Decorado minimalista; vestuario austero. La coreografía quizá, sea la única licencia escénica para acompañar el indiscutible protagonista del espectáculo: la voz. Y es que el nombre ya se define por sí solo: Broadway a capella. A capella, sí, desde la interpretación de una base rítmica digna de metrónomo -aunque demasiado rapera, diría yo- hasta los coros que relevan las cuerdas o el piano. Abarcando de do a do, recorriendo octavas graves y agudas, una veintena de jóvenes -entre ellos la grandiosa Sara Pi- da vida al género del musical con una sesión memorable: El fantasma de la ópera, Jesucristo Superstar o Hair son solo algunos ejemplos. Eso sí, la paleta de canciones, si bien escogidas con gusto y entrelazadas con acierto, da como resultado un espectáculo claramente comercial. Aunque no por ello despreciable: los amantes de los musicales gozarán de los emblemas del género, y los jóvenes, a quien parece ir dirigida la obra, tendrán la oportunidad de descubrir las canciones ya catapultadas a clásicos. De hecho, y aunque se empeñen en negarlo, ¡hasta los melómanos de ceja alzada disfrutarán de este musical de musicales!
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