Una historia de superación personal. Así definiríamos la temática de Flashdance, la película ochentera de la que todos conocemos el argumento: una jóven debe superar toda una serie de peripecias para acceder a la prestigiosa escuela artística que la catapultará hasta la fama. En esta adaptación musical de casi dos horas, el espectador podrá gozar con la narrativa de embrollos emocionales típicos de la edad y evidenciará los abismos que presentan las diferencias entre clases sociales. Para estructurar la trama, el musical dispone de escaleras mutantes que arman la escenografía, vestuario de la época, actores de lo más polifacéticos y, por último -y sí, en este caso lo más importante- un cuerpo de baile de película. Y es que, aunque el espectáculo se denomine como musical, lo cierto es que la obra destaca más por su coreografía perfectamente ejecutada -simple, dirán quizá algunos- que por su calidad vocal. Por supuesto, no faltará emoción en las clásicas canciones como What a feeling aunque sea más bien por una evocación nostálgica que por el ímpetu musical de la puesta en escena. Y es que Flashdance es una obra para revivir y recordar, un espectáculo a caballo de lo vintage y de un clásico.
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